Mirada al Mundo

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Lugar: Leganés, Madrid, Spain

Informático jubilado, mayor, leer todo, escribir, gozar con el mundo, gozar con la vida, vivir

16 mayo 2007

APRENDER A VIVIR



Nacemos dando una bocanadita de vida, apenas un vagido, solo un pequeño suspiro, pero ya sabemos vivir, conocemos el sabor del primer aire, de la primera luz, y vamos aumentando ese deseo de existir.

Según vamos viviendo, ese devenir suave, lento, un vivir sin prisas, se va transformando, se va desgastando, y a lo largo de los años seguimos viviendo pero cada vez más deprisa, crece la ansiedad por conseguir metas, crece el deseo de que el tiempo vuele, y al llegar a la mal llamada Tercera Edad, hemos agotado en la mayoría de las personas, el deseo vital.

Con ese agotamiento mental, suele venir el físico, el triste desencanto, el no ver la razón para seguir, la decadencia del ser humano.

Cuando se llega a este estado, si se mira adelante, veremos en la fila seres como nosotros, pero que su cara irradia luz, son seres alegres, que también miran al frente, su desaliento es menor o no existe, y su edad no parece ser obstáculo para su empuje.

Ante esta situación, solo hay dos caminos, uno, compadecerse y reconocer toda la desgracia que nos acontece, pensar en lo malo que tenemos y cerrar los ojos a la vida, y el fin sentarnos a esperar que los años pasen y llegue el final, pero esto tarda y va desgastando la ilusión.

Pero aunque la película de nuestra existencia tiene el mismo final, hay otro cristal para verla, tenemos que estudiar todas las escenas, disfrutar una a una las situaciones, gozar de las que sean gozosas, aunque la siguiente sea triste, empaparnos de las escenas buenas y disfrutarlas, crear algo que aunque sea efímero nos ayude a enriquecer el espíritu.

Hay que levantarse del sillón, valorar las cosas que nos suceden, comprobar que con un pequeño esfuerzo podemos empezar a levantar la cabeza, perseverar en la idea de hacer siempre algo aunque nos parezca que va a servir para poco, pero esta actitud, es como la que toman los atletas para dominar un ejercicio, repetirlo al principio con dificultad, y poco a poco esta va dejando paso a un pequeño ajuste que nos permite apreciar que no éramos tan inútiles, al cabo de un tiempo empezamos a gozar con lo que hemos hecho.

Ver, que a pesar de nuestros problemas aun hay cosas que no nos dábamos cuenta que podíamos hacer, mirar por la ventana y si hace sol, disfrutar de él, y si no lo hace, disfrutar con el calor que tenemos en casa, con nuestra comodidad, comprobar que en casi todos los casos, hay en el mundo muchas cosas que nos pueden proporcionar placer, y en ese momento aprender a vivir con ello y gozar con el cariño que tenemos alrededor.

Y si no tenemos ese cariño, buscar a alguna de las muchas personas que hay que solo tienen tristeza, y empeñar nuestro esfuerzo en hacerles compañía, en darles un poco de esa atención que nuestro tiempo nos permite, conseguir una sonrisa de una persona triste, o de un niño enfermo, es una satisfacción que no tiene precio.

Mirar siempre a nuestro alrededor, y comprobar que siempre hay algo que podemos empezar, algo que puede ser importante para los demás, una sonrisa que podemos enseñar a otras personas que necesitan de nuestro afecto y nuestra atención.

Esto va creando en nosotros una especie de fondo útil, que nos libera de pensar en nosotros, y nos lanza a disfrutar del mundo.


En fin, dar, es mejor que recibir, y nos llena de dicha.

OTRO CUENTO


Había una vez...
Este era el inicio de aquellos cuentos que nos contaban en la infancia de los años cuarenta, cuando pedíamos un poco de atención a nuestros padres, padres que lo único que sabían de serlo era... que tenían hijos, pero no les habían hablado de los traumas que podían causarles, la negativa a darles algún capricho, o el darles unos azotes, que no es lo mismo que torturarles.

Pero vamos a lo que íbamos, los cuentos, entonces nuestros hijos nos pedían un cuento, y se lo contábamos, y así se dormían, así una y otra vez hasta terminaban con los cuentos que nos sabíamos.

Una vez acabada esta serie, me pidieron más, y entre los tres ideamos que ellos pusieran los personajes, y yo el cuento correspondiente.

De esta forma fuimos desarrollando nuestra imaginación, ellos poniendo a su gusto los personajes o el tema, calculo, que en los cuatro o cinco años que duró este juego, serían alrededor de dos mil cuentos que les conté, pues no valía repetirlos, ellos sabían con su memoria limpia de tonterías, lo que les contaba, por lo que los temas eran variadísimos, lástima que no se grabaron hoy sería una buena colección.

Eran narraciones interactivas, pues los “escuchantes” como dicen ahora intervenían en el desarrollo del cuento, y sobre la marcha se cambiaba el guión, y no pasaba nada.

Estos niños y estos cuentos, no interferían en sus sueños, ni en su actitud ante la vida, pues eran una parte de su imaginación, y la otra del tipo de aventuras que a ellos a esa edad les gustaba vivir.

Tenían la enorme suerte de no disfrutar la televisión, no tenían que pulsar una tecla, para que aparecieran una colección de horribles monstruos alados, que intercambiaban haces de fuego, rayos láser, o rayos magnéticos y se descabezaran.

Pero esto no era lo mejor, tampoco sabían porque no lo habian visto en la tele, esas hazañas de superpolicías y bandas de traficantes, que con sus metralletas, mataban a los protagonistas después de torturarles de forma refinada y cruel.

¿De forma que la tele y el cine son perjudiciales para los niños?

De la misma forma que un arma lo es para la víctima de un homicidio por arma de fuego, solo es mala cuando lo es la intención del que la maneja.

La TV y el Cine son deformantes para nuestros hijos, porque las películas los muestran lo peor de los seres humanos, les muestran como héroes a los que más matan, les enseñan como un padre aparentemente normal y famoso saca por fuera de la ventana de su casa a su hijo de pocos meses, y lo agita para que la gente lo vea, pero esos si, le tapa la cabeza para proteger “su derecho a la imagen y a su honor”.

Esto a los adultos nos asquea, nos parece innecesario, nos confunde. ¿Que verán nuestros pequeños con su inocencia sin gastar?, Quizá crean que la vida debe ser así, quizá vean que la prepotencia y el abuso de la fuerza es lo mejor.

Ya hay bandas organizadas de alumnos que imponen a sus compañeros más débiles un “impuesto revolucionario” semanal que si no cumplen les amenazan o les dan una paliza, y esto lo han aprendido en la TV y en el Cine.

Y no me digan que esto no es cierto, porque los hijos pequeños chantajean a sus padres, sino les permiten ver la TV todo lo que ellos quieren.

Y esto lo aprenden.

LO PAGAN



En los meses de invierno, los pueblos del litoral mediterráneo, están habitados por parejas de gente mayor, los jóvenes se siguen marchando a trabajar a las grandes ciudades, y aquí solo quedan los que van cogidos de las manos por las calles solitarias, antes iban uno detrás del otro, generalmente las mujeres detrás, ahora han comprendido que la única compañía que les queda son los dos, y se toman de la mano compartiendo solitarios su ternura de mayores.

Si hace sol por la mañana, se van a andar por la playa, el médico les ha insistido en que tienen que caminar para no padecer del corazón, y ellos se toman de la mano y lo hacen contemplando el viejo panorama siempre nuevo de las olas y las gaviotas.

Están en la orilla del Mar Menor, al frente está La Manga, y entre medias el sol fuerte y brillante, haciendo dibujos en el agua casi siempre en calma, van moviéndose las olas con pereza, lanzan a la orilla rumores de calma, ponen en los ojos matices de ardor y sueños de dulces tonadas, al compás de los brillos del agua.

Cuando se sientan en un banco del paseo marítimo, con los ojos lejos en el tiempo, están callados, no necesitan apenas palabras, son muchos años juntos, y han hablado tantas veces de los hijos, de lo lejos que está la felicidad, de lo que podían hacer y de lo ahora añoran, de sus vidas que se iban gastando, de sus sueños, que ahora son cortos, pero no importa, están juntos, y su amor convertido en ternura, les ayuda a ser dichosos.

Y en lo profundo de sus ojos, aun brilla una chispita del fuego que una vez ardió, y en sus mentes ya con realidades, piensan en lo que les rodeó, y quieren un día más cada día, que les permita ver crecer a sus nietos, contemplando como sus hijos han hecho su ciclo, y llegaran a su meta.

En verano la vida es de otra forma en la playa familiar, el sol fuerte del verano, que sus mentes, limpias de afanes pasados, buscan, en su horizonte, las palmeras que elevan al cielo sus brazos, y cubren de sombras felices, sus praderas de arena, y sus pasos de cielo.

El paisaje tranquilo, su horizonte cercano, sus casas bonitas, con colores que sueñan pasteles, y sus campos cercanos, con mares de flores rosadas y blancas.


La vida es amable y pausada y las praderas verdes, lucidas y blancas, no hay montañas cerca, solo el cielo, el agua, y la paz amada.