MIS GOZOS

Sentarme en mi sillón, en mi jardín, con mi libro, son mis mayores gozos, si le añadimos la sombra amable de un árbol entonces, se convierte en placer de sibaritas.

Hace muchos años cuando empezábamos a hacernos la ilusión de los años jóvenes, pensamos en lo que sería una casa nuestra, en el campo, junto al mar, y al final pudimos cumplir nuestros anhelos, no sé por cuantos años pero ya se han celebrado algunos y sigo estando en mi jardín.

Estoy viajando por Asia, sobrevolando la India, y como cosa especial de los novelistas, no hay guerras, solo la maravilla del misterio de un país que le debe todo a los años, a los que han pasado y han dejado su huella impresa sobre esta tierra, misteriosa, de grandes palacios.

No he visto personalmente este inmenso país, pero mis lecturas y las cosas que he visto en el cine, me lo hacen ver tal como yo lo he soñado muchas veces.

Otro día mis pasos se dirigen hacia las llanuras de Castilla, eso si lo he visto, son grandes extensiones de zona mesetaria, grandes llanuras, enormes campos de trigo, con ríos que atraviesan su terreno y los fertilizan, con caravanas de agricultores que entre cánticos y chascarrillos, van pasando el tedio de un retorno al hogar que a fuer de lejano, es añorado al paso lento de las lentas caballerías, que cumplen su doble cometido, antes sacaron agua de regar, ahora trasladan a los cansinos viajeros por las llanas estepas de polvorientos caminos, pero que paz y que alegría se sienten.

De la mano, mejor dicho de la pluma de Arthur C. Clarke, esta tarde estoy al lado de uno de los imaginados canales de Marte, la tierra es seca, dura, y sus gentes son secas y duras, tienen pocos recursos pero su voluntad es indómita, su imaginación infinita y extraen cada gota de agua, con el mayor celo, y la almacenan, para conseguir un amago de esa Tierra que dejaron atrás en su afán por conocer uno de los grandes misterios, que nos llenan la imaginación.

Por el mismo procedimiento, estoy volando por las llanuras heladoras de la Antártida, con sus enormes montañas de hielo, sus heleros eternos, sus mares congelados, y sus temperaturas solo aptas para algunos animales, pues bien por aquí estoy yo, viajando sin viajar pero disfrutando de la vida en alas de los mejores guías, mis libros.

Nunca me cansaré de elevar mis gracias al cielo, por permitirme disfrutar del enorme placer de tener libros, saber conservarlos, y saber apreciar el enorme caudal de ideas y el placer de vivir en ellos, no como D. Quijote, volviéndome loco al leerlos, sino con el placer del sediento que bebe en sus páginas, calmando la enorme sed del ser humano por elevarse de la tierra, en las alas maravillosas de un buen libro.