Mirada al Mundo

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Informático jubilado, mayor, leer todo, escribir, gozar con el mundo, gozar con la vida, vivir

06 diciembre 2007

EXPERIENCIA



A lo largo de una vida, y sobre todo cuando esta es larga, se produce una acumulación de datos en alguna parte de nuestro cerebro que hace que nuestra visión del mundo y de sus movimientos sea especialmente interesante.

Una zona de nuestro cerebro se encarga de acumular datos, datos de acontecimientos ocurridos de hechos aparentemente sencillos pero que ocupan un lugar en ese enorme almacén, que sería completamente inútil, como un gran depósito, en el que se van acumulando las cosas sin orden y sin posibilidad de selección alguna.

Pero no, en nuestro cerebro, ese gran desconocido aun, del que se dice que solo aprovechamos una décima parte, hay más cosas, en el se almacenan los datos, pero se va creando una relación entre los sucesos, datos, acontecimientos, imágenes, sonidos que de una forma maravillosa van ligados unos a otros en cuanto que tienen la más mínima coincidencia entre si.

A este hecho se le denomina correlación de datos, y funciona de una manera maravillosa: en el momento que dirigimos nuestra atención a uno de estos datos, empieza a surgir un mecanismo, que hace que en pequeñas fracciones de tiempo, el cerebro siga el camino de esas correlaciones y nos vaya presentando una cadena, a su vez de datos con alguna relación, aunque sea remota entre sí, que a veces nos asombra porque puede parecer que en principio no veamos que tiene que ver alguno de esos datos con el tema que intentábamos tratar.

Ocurre con frecuencia y sobre todo a la gente mayor, que una palabra, nombre, expresión o idea se resiste a salir del almacén de datos de nuestra memoria, entonces el mejor modo de poder llegara a ella, es buscar algo, alguna idea, lugar donde se produjo, o expresión que creemos se relaciona con ella, y más o menos rápidamente, van apareciendo como entre jirones de niebla, imágenes, datos o semblanzas que muchas veces nos llevan al dato deseado.

Este procedimiento nos lleva a la idea expuesta de la unión de datos, otras veces es un problema diario, o simplemente un procedimiento de hacer algo, lo que nos induce a pensar en la posible solución por una vía distinta de la presentada.

A veces, un olor, un sabor, hace que aparezcan en nuestra mente, situaciones, muy concretas, sin nosotros haberlo previsto, ni deseado, igualmente ocurre cuando ante una cara desconocida vemos rasgos muy familiares en alguien de nuestro entorno, puede ser una actitud, o una posición lo que nos sugiere una determinada persona, todo de una manera involuntaria.

Esta acumulación de datos, se produce como es lógico, mayor cuanto mayores vamos siendo, y se ha dado en llamarla experiencia, bien, es una palabra que se acerca a nuestro concepto de acumulación de datos, que podemos llamar acumulación de experiencias. De todas maneras, parece ser que esto es lo que interviene en la creación artística, pues esta no es más que dejar que nuestro subconsciente, con el cerebro consciente al mando, vaya recorriendo los caminos, que hacen que de este conjunto de experiencias mezcladas con un cierto genio den lugar a obras que de otra forma solo serían copias magníficas, si, pero copias al fin. En definitiva que la experiencia, solo es un recorrer los viejos caminos en busca de esa salida que no conocíamos, y que responde a nuestro deseo de ver cosas nuevas.

VIVIR LA MUSICA


La música vibra en el cerebro pero salta en el aire y su empuje nos lleva a espacios donde el alma se enciende y vuela por entre las ráfagas de viento, sus alas de plata nos empujan a recorrer las sendas de la melodía.
Como en un lecho de plumas, en lo negro de la noche se refugia de la tormenta y nos estremece el animo cuando notas de furor arrancan de los instrumentos espasmos de agonía, sus gritos de placer surgen de los núcleos cerrados, en contraposición con la armonía de sus notas.
Vivir la música es sorber el encanto que emana de su cuerpo de brillos sonoros y entender que en lo más profundo de su ser etéreo, late un sonido que logra estremecer nuestro ser, es como danzar sobre las ondas de viento, es como verter en el cielo los colores infinitos que crean las notas.
Cuando en las noches de tormenta nos sorprenden los tambores de los rayos, la música de los cielos nos arranca virutas del alma para componer con ellas nuevas melodías que enriquecerán de manera sorprendente los recursos del músico y llenarán su alma plena de melodías, que absorberá, como un avaro el néctar sonoro de las ondas.
Al atardecer las notas suaves de una balada, harán entrar en nuestra alma la paz infinita de los dioses tutelares, que las vestirán con sus mejores galas para enternecer nuestro sentido del amor.
La palabra, esa sensación esplendorosa nos ayudara a decirle a la música lo que el hombre con su limitado sentido de expresión desea, es la forma de comunicar la música con el cerebro, el cerebro necesita de una base sólida en la que apoyarse para poder decir lo que en su fondo más intimo siente, es la que en la secuencia de oír y entender, nos ayuda a escuchar, es lo que diferencia los dos conceptos, primero oímos, es un acto reflejo, después si lo oído nos complace, escuchamos, es un acto volitivo, que nos induce el placer.
Al vivir la música reunimos en una sola sensación, todas las ventajas que nos proporciona el ser seres pensantes, primero oímos, después escuchamos, después nuestra imaginación modulada por el pensamiento, genera el placer, y nos hace disfrutar de la maravilla de estar vivo, volar por las nieblas de nuestro entendimiento, y conseguir la dicha suprema de saber sentir la música.