PRIMAVERA TARDIA

La tarde empieza en un día de primavera tardía, hace sol radiante como en siesta veraniega, y estar en la calle supone el riesgo de sudar y calentar la cabeza.


Al mirar a lo alto, aparecen en los ojos unos puntos brillantes que sin cegar sorprenden por el brillo blanco de su llamada.


Y dan ganas de levantarse para seguir las fantasías que susurran los ardientes rayos que parpadean en lo alto del árbol amoroso, le llaman “el árbol del Amor”, y sorprende la textura de sus ramas desnudas de hojas pero cubiertas por infinidad de capullos, azulados que proponen un pacto con la vida al crear al paso de unos días, suficientes racimos de frutos en forma de vainas insinuando su proyección de vida para continuidad de su especie.


Ese árbol alto, fuerte, de costra lisa y porte altivo, que en su momento se cubrirá de hojas grandes y redondas me dará, con un cariño semejante al de un amigo, amplia y fresca sombra, y alejará de mi rostro el brillo oscuro del calor.


Cierro los ojos, y en la umbría de mis pensamientos amodorrados, veo los fantasmas semitransparentes, que acariciando mis ojos me prometen ilusiones atrevidas, cortos espacios de aventuras inimaginables, que sin definir sus valores me llenan del ansia de recorrer de nuevo los antiguos caminos de mis piernas fuertes y recrean para mi unos tiempos que ya superados, vuelvo a saborear.


Sobre mi frente aun sin arrugas cubierta por el corto y blanco pelo de la edad, aun reinan pensamientos audaces y dulces del amor de mi amada, es el castigo pensado para mi, que por mor de mi memoria juvenil he trasformado en premio, que me permite vivir y gozar de mi presente, en sus manos.