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21 febrero 2007

EL SUEÑO PERDIDO



LOS SUEÑOS NOS DAN UNA CIERTA LIBERTAD
Hay sueños como deseos, y deseos que son sueños.

Hay sueños que buscan alcanzar su meta, nos martillean incesantemente, nos muestran su realidad que la mayor parte de las veces es difusa, imprecisa, no se ajusta a los perfiles de nuestra vida; son sueños que muchas de las veces no tienen un camino real, son mezclas de retazos de nuestra mente e hilados por las manos incorpóreas de nuestras Parcas.

Ellas, con la impunidad de no ser, van recogiendo trozos de nuestros pensamientos, e hilando a su modo sus ecos impalpables, interpretan como deseos solo los intrincados caminos que cruzan nuestro cerebro, y nos presentan unas imágenes, a veces incomprensibles y a veces inaprensibles o simplemente nubes sin forma.

Otras veces son tan intensos los deseos que marcan de forma indeleble en ese enorme arcón donde guardamos los sueños, aquellos que tienen sentido y vigencia, son sueños reales si se les puede llamar así, sueños que nos traen a la conciencia, personas o sucesos amables, o monstruos y desventuras vividas.

En realidad siempre los deseos son algo que convertimos en objeto de nuestras ansias, los deseos son, o han, sido simiente, que nuestra vida han llenado y a veces se convierten en ilusión, que es la realización suprema de nuestros deseos.

Un sueño pasa a ser deseo cuando su realización pasa por una fase en la que los conceptos aludidos en el sueño se apartan tanto de la realidad que no podrían ser asumidos por la mente consciente, por que son solo sueños sin fundamento ni base posible.

Son solo sueños, cuando por ejemplo, tratamos de entender el lenguaje y el mensaje de una estrella fugaz en la noche calurosa del verano, o la ira tenebrosa de un relámpago en plena furia de una tormenta, eso si son solo sueños, por mucho que deseemos realizarlos.

... Y deseos que son sueños, porque su base realizable no es imposible, pero si la oportunidad de su momento final, son sueños realizables en los que los factores que cuentan en consecución nos desbordan, por la gran cantidad de circunstancias que los envuelven, se pueden conseguir y su consecución nos haría tremendamente felices, pero la esperanza que los envuelve es para nosotros una meta, por una parte difícil y por otra parte, soñar con ella nos hace como vivir en ella, nos pone en la tela impalpable de la felicidad apenas entrevista.

Queremos tener deseos que son sueños, porque en ellos encontramos una sutil felicidad que nos hace la vida más deseable, nos proporciona un placer que por corto, excita nuestra imaginación y nos concede momentos inefables de encanto personal, que trasladan nuestra vida momentáneamente a cauces muy gratos.

Uno, quizá el mayor de nuestros deseos-sueños es conseguir que la felicidad, que nos visita de un modo harto fugaz y casi sin dejar rastro de su leve presencia, cambie nuestra vida, y nos dé esa salud o ese cariño esquivo que ni se, estabiliza, ni se aparta definitivo de nuestra vida, y nos mantiene atados ante situaciones que de momento escapan a nuestro alcance.

Soñar es vivir los sueños, es vivir si la conciencia está tranquila, si no, los sueños pueden ser una locura o una tragedia

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