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03 enero 2008

REIR


 












 Reir es sano, puede comunicar.

Segun sea la sonrisa, temor, odio, alegria, satisfacción, orgullo sano o del otro; si es carcajada, exultación, odio, alegria desbordante, pasión.

Los animales no saben reír, sus pensamientos solo se expresan con manifestaciones, un animal no se ríe, para él solo existe el SI o el NO, ha comido, ha bebido, corre, o salta, nada, puede estar satisfecho, pero eso solo es físico, ve a su dueño, pero solo expresa amor, sus pensamientos son ideas sin título, su amor por una persona solo es la imagen en el espejo de lo que siente, pero no ríe.

Oímos la carcajada de una hiena, pero no es alegría solo es el equivalente al balido de una oveja, o el barritar de un elefante, solo nos dicen “estoy aquí”, estoy vivo y estoy cerca, puede ser una amenaza, un intento de hacer prevalecer su imagen a los otros, atemorizarlos, o ser la manifestación física del deseo.

Cuando un ser humano ríe, nos comunica sin palabras que por algún motivo está contento, es la risa positiva, es la risa también del niño, la risa más sincera, no es la risa torcida de los adultos que saben fingir alegría, desdén, orgullo, simpatía, pero que solo es una mascara del alma.

Los adultos usamos infinidad de mascaras, para ocultar los pensamientos, usamos gestos y palabras, que encubren la verdad,pero las que usamos con más frecuencia, son mascaras como sonrisas, que no siempre engañan, si nos miramos al espejo cuando estamos tristes e intentamos poner cara de risa, a veces funciona como una terapia.

Los psiquiatras aconsejan a las personas tristes o deprimidas que intenten una y otra vez, reírle al espejo, cuesta trabajo, hay que insistir una y otra vez, hasta que al fin esa mascara inicial, torcida y antipática se va acostumbrando a reír, los rasgos en el espejo se van suavizando, y nos damos cuenta de que el gesto adusto no se corresponde totalmente con la causa de nuestro estado.

Puede parecer absurdo y hasta ridículo, pero, la repetición de ese gesto, nos va marcando el camino de la regeneración del ánimo, como una piedra a la que el agua y la paciencia del tiempo va suavizando las aristas, y tallando un camino suave hasta parecer una talla hecha con el interés artístico de la mano humana.

Puede parecer absurdo, pero cualquier pena, si la compartimos con otro, la analizamos tratando de llegar al fondo, nos sorprendería comprobar que la minimizamos, solo es cuestión de voluntad y tesón, solo profundizando el análisis, podremos llegar a esa sonrisa triste, que disminuyendo la pena nos permita seguir siendo personas, sin la costra lacerante de los grandes pesares.

Vamos pues a reírnos sin autocompasión, esta es la peor compañera de nuestras desdichas, es la que nos sitúa en un plano tan hundido, que nos parece que no hay en el mundo otro ser con la intensidad tan profunda de nuestra pena.
 
Al reír, nuestras penas se cubren con una tristeza dulce, y el tiempo se encarga de tamizarlas, convirtiéndolas en recuerdos agridulces de nuestro pesar que fue.

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